Se levantó despacio mirando a su alrededor; todos dormían, Yuri se movió bajo su manta, y él se quedó quieto, inmóvil, ¿qué le iba a decir si le veía?, ¿dónde decirle que iba?... a mear, claro está; no hubo necesidad, ni de ir a ello, ni de decírselo a Yuri, que tan solo se removía en sueños murmurando palabras ininteligibles. El silencio le obligaba a moverse con más cautela, así que cogió las botas con la mano derecha y caminó descalzo, cuando estuviera alejado de allí, se las pondría, sobre todo pensando en la de escorpiones que podía encontrar dentro de la cripta.
Se encaminó hacia la entrada mirando hacia atrás en repetidas ocasiones, esperando ver a sus compañeros despiertos, observándole inquisitivamente... no se fiaba de ellos, aunque el que no se fía no es de fiar, eso suele decirse, y así era, porque Raúl lo tenía todo planeado, casi desde el primer día. Aquel hallazgo iba a ser el fin de todos sus problemas económicos; debía dinero hasta a sus padres y todo a causa de su afición al juego, estaba amenazado por individuos de dudosa imagen y casi había perdido su trabajo, pero su jefe, el ruso Yuri Tarakanov, le había dado una segunda oportunidad, era un buen tipo que confiaba en que las personas podían enmendar sus errores; qué cara iba a salirse su bondad, al pobre Yuri. La cripta encontrada en aquellas ruinas aztecas había sido descubierta hacía poco, por lo visto pertenecía a una princesa desconocida y que debió deshonrar a la sociedad de entonces con algún acto vergonzoso, porque había sido ejecutada, y enterrada en aquel lugar que había sido sellado; la historia no contaba con datos de que el faraón tuviera hijas, tan sólo dos hijos varones. La cripta se había hallado por casualidad y Yuri y su equipo habían sido llamados a investigar; el sarcófago se encontraba en medio de una pequeña sala completamente vacía, a los condenados a muerte no se les otorgaba el obsequio de ser rodeados de sus pertenencias y tesoros para el viaje a la otra vida, como solía ser costumbre; aquello era un castigo... no había duda de que la joven representaba una deshonra para su familia; cuándo abrieron el ataúd, vieron que en su interior había un cadáver momificado cuyas prendas estaban prácticamente reducidas a polvo, pero en los huesudos dedos de la momia había una serie de anillos que según dijo Alfredo, que era experto en hallazgos arqueológicos, valían una fortuna, así que desde ese momento la avaricia de Raúl salió de aquel recóndito lugar de su alma olvidando el temor que le causaban sus acreedores.
Raúl se puso las botas de nuevo cuándo se creyó lo suficientemente lejos de su equipo y entró a la cripta; cualquiera hubiera tenido miedo de encontrarse en aquel lugar, lleno de sombras y dónde una maldición parecía flotar en el ambiente enrarecido, pero Raúl no, lo que a Raúl le daba realmente terror era que aquellos tipos a los que debía dinero le partieran las piernas, como habían asegurado que harían si no pagaba sus deudas. Abrió el sarcófago y miró a la momia con una mezcla de aprensión y codicia; tenía las manos cruzadas sobre el pecho y los anillos relucían en medio de aquella escoria. Venciendo su repugnancia, acercó sus dedos a los de la momia y torpemente trató de quitarle las joyas; no temía romper los huesos que Yuri quería preservar lo mejor posible, ¡que se jodiera!, él quería los anillos, que valían una pasta. Pero no era fácil, aquellas manos hediondas se cerraban con fuerza como si trataran de impedir que Raúl se llevara lo que le pertenecía, y lo más sorprendente era que los huesos seguían intactos, cuando debieron reducirse a polvo en cuanto él los rozó.
Raúl empezaba a enfurecerse y a desesperarse ante aquel contratiempo y giró el cuerpo tratando de alcanzar la navaja que llevaba prendida al cinturón, con ella cortaría los huesos, los haría trizas, si hacía falta, pero nada impediría que se llevara los anillos de la princesa, y en estos pensamientos estaba cuando un escalofrío le recorrió el cuerpo, ¡algo había rozado su muñeca!, y antes de volverse a tiempo, sintió un agudo mordisco que le hizo sufrir un dolor insoportable, sin duda pensó que se trataba de una rata que estaba dentro del sarcófago y que, presa del hambre, le había atacado; este fue el pensamiento fugaz que cruzó su mente antes de girarse velozmente tratando de retirar su brazo; la sala estaba en penumbra, tan sólo unas antorchas iluminaban el lugar, pero pudo sentir como alguien le agarraba impidiéndole apartarse; creyó verse descubierto por alguien de su equipo, pero ojalá hubiera sido eso, porque cuando miró, vio algo que le heló la sangre en las venas; la momia, aquella horrible momia, se había incorporado, y sentada en su sarcófago, sujetaba con fuerza a Raúl y hundía en su brazo unos agudos colmillos que surgían de su boca. ¡No, no era posible!, cuando descubrieron el cadáver no habían advertido aquello, aunque con la boca cerrada, era difícil descubrir algo tan horrible... algo ni la mitad de espantoso que ver un cuerpo levantarse de su tumba y atacarte en pos de defender lo que le pertenecía... ahora lo entendía, aquella princesa era una vampira a la que su familia había tenido que ajusticiar y enterrar en lo más profundo de una cripta desconocida... mientras la momia se agarraba con fuerza al horrorizado Raúl y absorbía su sangre con la avidez de muchos siglos, le vinieron a la mente imágenes de estacas, de cruces, de la luz del sol... sol que no volvería a ver jamás, porque al fin y al cabo, ¿qué sabían los aztecas de vampiros y de cómo combatirlos?, ¿qué sabía él mismo cuando se suponía que solo eran una leyenda?. Antes de sumirse en la oscuridad, los ojos de Raúl miraron las cuencas vacías de la momia, que parecían observarle con furiosa ansiedad...
“Pero, ¿por qué habrá hecho semejante locura?” –preguntó Carla llorando ante la triste visión del cadáver de su compañero.
“El miedo. La desesperación. Tal vez el arrepentimiento” –se encogió de hombros Yuri, expresando consternación con su fuerte acento ruso- “Debía dinero a muchas personas, su vida era lamentable y tal vez decidió acabar con todo”.
“Joder, si, -intervino Alfredo-, pero son ganas de venir a cortarse las venas aquí, al lado del fiambre este”.
El cuerpo de Raúl estaba completamente desangrado, sus muñecas destrozadas mostraban incisiones que parecían haber sido causadas con la navaja que a pocos metros de allí, el infortunado joven parecía haber usado para quitarse la vida... nadie percibió el extraño hecho de que alrededor del cuerpo no había apenas sangre; sólo se percataron de que la momia aparentaba tener mejor aspecto exterior que durante el día, parecía mejor conservada y eso era una suerte, no le dieron importancia, tan solo pensaron que el hecho significaba que su valor sería aún mayor.
Y es que la avaricia humana ciega la razón; así que tomaron el cuerpo de su compañero y lo cubrieron con una manta por respeto y duelo. Durante esa jornada no podrían hacer nada al respecto en lo que se refiere al traslado del cadáver, porque aún debían permanecer allí dos días más, así que continuaron con su trabajo en la medida de lo posible, esa noche se disponían a descansar pronto; rezarían una oración por el alma de Raúl y se irían a dormir lo más pronto posible, para estar frescos y bien despiertos cuando saliera el sol; aunque Yuri y su equipo no sabían que no llegarían a ver un nuevo día, porque cuando las sombras oscurecieran aquellos solitarios parajes, cuando la luna estuviera en lo más alto, Raúl volvería a unirse a sus compañeros. Y entonces...
No hay comentarios:
Publicar un comentario