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EL RINCON DE BEOWULF

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sábado, 14 de mayo de 2011

LOS RELATOS DE SARA "LOVE, SEX & MIDDLE GROUND"



-5 minutos más. –sonríe y juguetea con un mechón de su larga y oscura melena.

-Sabes que no puedo. –responde él, usando ese tono paternalista que a ella le saca de quicio.

Sentada sobre sus rodillas, de frente a él y abrazando su torso con las piernas, Jezabel aproxima aún más su cuerpo al de Metatrón, que permanece inmóvil contemplando ese rostro tan cercano y a la vez tan distante. Ambas miradas se cruzan a pocos centímetros una de otra. Las pupilas azules de Metatrón se entrelazan con los iris púrpura de Jezabel, que una vez más intenta ejercer sobre él su particular influjo mental y físico. Se inclina aún más hasta que sus pechos grandes y voluptuosos invaden por completo todo espacio vital, casi fundiéndose lascivamente con aquel cuerpo perfectamente esculpido que parece no reaccionar ante tanta provocación, pero Jezabel no se da por vencida; alza insinuante su afilado mentón y después baja el rostro acercando sus labios a los de Metatrón; él corresponde a sus besos durante unos segundos, después se echa hacia atrás, y cogiéndola por la cintura, la mira de nuevo con ese aire reprobador y paternal tan odioso, mientras trata de apartarla de sí.

-Tengo que irme ya, y lo sabes.

-Joder, no quiero.

-Pues lo siento, pero así tiene que ser. –Metatrón retira a Jezabel suavemente de su regazo, al que ella ya le había cogido el gusto-. Volveremos a vernos pronto.

-¡Ay!. –Jezabel grita sorprendida al verse de repente en el suelo; en un intento desesperado por retener a Metatrón ha perdido el equilibrio y ha caído pese a que él ha intentado sujetarla.

-¿Te has hecho daño?.

Ella está furiosa, se siente ridícula y estúpida, pero cualquier ocasión es buena para poner en práctica el ingenio, y aprovecha el momento en que él le ofrece su mano cálida con la intención de ayudarla a levantarse, para sujetar sus dedos e introducírselos en la boca, en un gesto provocador e insinuante, sonriendo maliciosamente; cualquier rastro de enfado parece haberse esfumado.

-Jezabel, basta. –le advierte Metatrón sin parecer perder la paciencia y retirando su mano suavemente.

-¡Maldita sea!, ¡joder!, -grita Jezabel ya al borde de la rabia- ¡tú no me quieres!.

-Te quiero. Y lo sabes.

-¡Mentira, todo es mentira!.

-Me temo que como siempre, no hablamos de lo mismo.

-Es lo mismo, al menos por mi parte, es lo mismo. Pero tú eres el que se comporta como un...

-Como lo que soy. Y tú eres lo que eres, así que no podemos ver las cosas desde el mismo ángulo, pero aún así, no puedo evitar quererte... ¿eso que veo es una lágrima?.

-Más quisieras. –responde Jezabel con la voz quebrada y tratando de recuperar la compostura- Anda, vete, que te están llamando.

-¡¿Le oyes?!. –Metatrón pierde su habitual calma, que se transforma en esperanza y optimismo en cuestión de segundos- ¡¿Oyes a Deux?!.

-No, joder, no le oigo. –ella alza la vista con desesperación y disgusto, echando por tierra el entusiasmo de él- Sabes que no puedo oírle. Pero si te has de ir, es porque te está llamando, supongo. Además yo también he de irme, Lucien sí que está dando gritos, aunque sé que tú tampoco le oyes a él.

-No, no le oigo, ni quiero. –suspira Metatrón- Hasta mañana, Jezabel. Y no olvides que te quiero.

-Y yo. Yo te quiero. –sonríe ella pícaramente- Y también quiero esconderme contigo tras una de esas estrellas y hacerte todo eso que te suelo susurrar al oído y que sé que te gustaría aunque no quieras...



-Basta ya, preciosa. –interrumpe bruscamente Metatrón, para luego sonreír dulcemente- Hasta mañana.

Una ola de calor casi tan ardiente como la impulsiva Jezabel sale de aquel enorme portal que se acaba de abrir, aquel acceso hacia el averno; la perversión de los ojos púrpura y cuerpo insinuante desaparece tras él, no sin antes girarse brevemente a mirar a aquel joven que intenta hacer tambalearse su maldad y provoca la incesante ira de Lucien. Pero Metatrón ya ha desaparecido de su vista abriendo sus alas y ascendiendo velozmente hasta otra entrada cuya luz es muy distinta a la otra, esa por la que va y viene la ¿mujer? a la que ama. Alguien está en la puerta, alguien a quien conoce muy bien y que mira el reloj pacientemente y sostiene un enorme manojo de llaves.

-Hola chico. –sonríe aquel tipo jovial que se da un aire a Kris Kristofferson- ¿Qué tal se encontraba hoy la indomable fémina de tus sueños?.

-Hola Pedro. Ella está bien. O mal. Si es que no sé qué decirte... ¡ah si!, -parece recordar repentinamente y con euforia- hoy casi llora de la emoción.

-Vaya. Eso está bien. O no tan bien. No sé, chico, yo soy de los que piensa que llorar es una putada –esto último lo dice en voz baja, aunque sabe que es una tontería, porque igualmente le están escuchando- da igual que sea de emoción, de pena, o porque te duelan tus partes. Es mejor reírse, siempre es mejor.

-Si, Pedro, pero ella cuando se ríe es porque... da igual. Déjalo. Me voy a ver qué se cuenta Gabriel.

Pedro se queda mirando cómo Metatrón se va alejando entre las nubes y el reflejo rosado del ocaso que precede a la oscuridad nocturna.

-Bueno, pues otro día más.

-Joder, me has asustado otra vez. Nunca te oigo llegar.

-Pedro, –suspira Deux con resignada paciencia-, ya sabes que no me gusta que hables así. ¿Y qué es eso de que llorar es una... putada???. Recuerda que Bienaventurados los que lloran porque...

-... porque ellos serán consolados, que si, que si... –Pedro termina la frase en tono de fingido hastió- ... pero sigue siendo una putada, no puedo pensar otra cosa. Además, ¿te parece mal que yo diga tacos y bien que uno de tus ángeles más cercanos se haya enamorado de una sierva de ese cabronazo de allí abajo?. Parece que ya no veas más allá de tus narices, esto no me gusta nada y mira que tú lo ves todo, ¿eh?.

-Lo único que yo veo, -dice Deux entre dientes y clavando su omnipresente mirada sobre aquel viejo portero descarado y desafiante- es que cada día hablas peor. Mira, Pedro, a veces ocurren cosas que escapan a nuestro control, incluso yo a veces sé lo que va a suceder, y no lo puedo evitar. Metatrón y Jezabel se encontraron de un modo bastante inusual. Ella hacía una de sus muy habituales maldades; después de tentar a un hombre para que se dejara seducir por una mala mujer, sembró la cizaña en la mente de su esposa, él la vio susurrando al oído de la agraviada, incitándola a matar al infiel mientras dormía, y Metatrón logró evitar la tragedia interceptando las malas vibraciones que ella dirigía hacia el alma de aquella mujer, provocándole un llanto descontrolado pero pacificador, susurrándole que no era una asesina, recordándole que por muy buena que parezca una idea cuando estás furioso, luego nunca lo es, y tras interferir en la situación, se dedicó a vigilar a la maligna Jezabel. No me preguntes cómo, pero ahora está enamorado de ella, y no le digas a nadie de aquí que no tengo ninguna explicación lógica para ello, porque como me hagas quedar mal, te voy a doblar las guardias por toda la eternidad, ¿entendido?.

-No diré nada y lo sabes, tranquilo. Pero hay algo que no comprendo y si me puedes explicar: ¿por qué permites que se vean???. ¿Qué buena influencia puede tener ella para con él?. Además no le quiere.

-Buena influencia, ninguna. Pero mala tampoco. Jezabel no puede arrastrarle consigo, lo intenta y esas son sus intenciones y su misión, pero Metatrón es mucho más fuerte que todo eso. Y sí le quiere, aunque no lo creas, le quiere. A su manera, claro. El no podrá estar nunca con ella, pero no pude dejar de quererla y yo no puedo verle sufrir, por eso le permito que la vea, aunque sólo sea unos minutos cada día, y porque él es feliz creyendo que puede hacerle algún bien a esa pequeña obsesa hipócrita. Si, él dice que hoy ha llorado de emoción, y es verdad, pero después ha vuelto a su mundo, y lo que les haya podido pasar en terreno neutral se desvanece como el humo, aunque es mejor que Metatrón no lo sepa, ¿para qué?.

-De acuerdo, lo comprendo, si... pero la verdad, y entre nosotros, no sé qué sacas tú de todo esto.

-Pues está claro, querido Pedro, -susurra Deux, asegurándose de que nadie más les oye, señala hacia abajo y afirma sonriendo con un sarcasmo poco habitual en él-, me encanta ver cabrearse a...

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