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lunes, 3 de enero de 2011

LOS RELATOS DE SARA: "CARRERA DE AÑO NUEVO"

Con las manos temblorosas, se puso el casco y subió al Fly. Aquellas pequeñas naves que por fuera parecían diminutas, por dentro estaban perfectamente equipadas, y hasta resultaba cómodo ir sentado en ellas. Merian miró el cuadro de mandos que tenía junto al volante semicircular con el que ya había hecho innumerables prácticas plenamente satisfactorias, aunque claro, en esta ocasión no se trataba de un vuelo de pruebas, era la gran competición. La Carrera de Año Nuevo.

Merian nunca había participado en ella, era su primera vez, y estaba contento a la par que nervioso; fue algo con lo que siempre soñó, pero hasta ahora no había logrado que le permitieran formar parte de los competidores. Hacía tres años que su padre había muerto en aquel accidente laboral; Rogar se cayo a aquel precipicio mientras sacaba rocas de la cantera y aunque aún le encontraron con vida al rescatarle, murió una hora después; la madre de Merian creyó morir con él al recibir la noticia, pero él y su hermano Halo se hicieron cargo de ella desde entonces. Merian aún tenía 15 años cuando ocurrió la tragedia, y tuvo que dejar de estudiar para ponerse a trabajar con su hermano en el taller mecánico; en parte lo lamentó, las clases sobre Geografía Terrestre –le apasionaba el llamado Planeta Azul, tan cercano y a la vez tan distante- y sobre Atmósfera Plutoniana eran muy interesantes, le gustaba estudiar, pero el estar con su hermano tan cerca del hangar en el que reparaban los Fly, le gustó más aún; de hecho, le pareció una gran compensación por tener que dejar las clases.

Todos los años veía la Carrera de Año Nuevo desde casa; gracias al sistema de visión por cable podía permitírselo; puesto que aunque su situación económica no era ni de lejos tan holgada como para viajar a Saturno a ver la carrera en directo, verla en pantalla era mejor que nada. Merian siempre pensó que sería magnífico participar, pero nunca imaginó que lo lograría y ahora que estaba a punto de realizar su sueño, tenía miedo, mucho miedo. Rememoró aquel día en que su vida cambió; Galum Hackmann, el seis veces campeón de vuelo procedente de Mercurio y afincado en la Luna que había ido a recoger su Fly al taller, finalmente reparado, subió a su nave dispuesto a marcharse con ella y Merian se percató de que algo pasaba; los bajos del Fly destilaban líquido de frenos casi imperceptiblemente, pero él fue el único que se dio cuenta y se plantó delante de la nave a tiempo de evitar lo inevitable. Galum, que nunca le había dirigido la palabra, pese a que se habían visto por el taller varias veces, abrió la puerta y salió del Fly hecho una furia, indignado por el comportamiento de aquel selenita insignificante que se interponía en su partida; cuando se percató de que gracias a Merian, él no se había estrellado contra algún meteorito en el espacio, se acercó a él y no sólo le dio las gracias, sino que poco después y comprobando que el chico era bastante inteligente y avispado, se lo llevó a trabajar con él, como ayudante. Durante los tres años posteriores, Merian vivió más de cerca la existencia de un piloto de Flying, incluso en horas libres Galum le enseñó a volar, le dejó hacer cada vez más prácticas con un viejo Fly que ya no tenía uso; un modelo desfasado que aún funcionaba, pese a ser lo que Galum llamaba “una reliquia”, y Merian olvidó por completo sus estudios sobre la Tierra; hacía prácticas de vuelo siempre que le era posible y escuchaba las breves pero contundentes lecciones que solía darle Galum, cuya frase más habitual y característica era siempre la misma: “Nunca te acojones”. Y es que Merian comenzó con mucho miedo, como era de esperar, y a Galum no había nada que le irritara más que la cobardía, por eso no tragaba a los terrícolas; es más, Galum le contó que la Tierra era el único mundo del Sistema Solar que no sólo no participaba en la Carrera de Año Nuevo, sino que eran totalmente ignorantes de que hubiera vida en el resto de los planetas; los terrícolas eran problemáticos, siempre estaban en guerra, y lo mejor era dejarles al margen; cierto que en los otros mundos también había conflictos, pero los de la Tierra cada vez tendían a ser mayores, ahora Merian comprendía por qué los selenitas no salieron a recibirles y se escondieron cuando aquellos humanos pisaron la Luna.



Durante los dos últimos años, Galum permitió que Merian le acompañara a Saturno, le sería de gran ayuda y él aceptó encantado, la idea de ver la carrera en directo era de lo más apasionante; nunca hubiera pensado que llegaría a pilotar un Fly, siempre se consideró un simple “escudero”, con muchas horas de vuelo, si, pero un escudero al fin y al cabo, y tal vez nunca hubiera participado en nada más si no llega a ser por algo que ojalá nunca hubiera ocurrido; Merian había acudido a casa de Galum a llevarle un transmisor que se había dejado por descuido en la cabina del Fly y cuando vio la puerta abierta, entró preocupado, Galum nunca se dejaba la entrada de par en par de esa manera; Galum no estaba dentro de la casa y Merian pensó que estaría en el patio trasero; se dirigió allí y se puso pálido de horror cuando vio a su jefe tirado en el suelo, corrió hacia él y le sujetó tratando de ayudarle a levantarse, pero no pudo, estaba inconsciente; lejos de ponerse más nervioso, actuó con rapidez y llamó a los servicios médicos de urgencia, que tras acudir rápidamente dieron un contundente diagnóstico: se trataba de un infarto. Los mercurianos tenían dos corazones y uno de ellos, el mayor de ambos, el que prevalecía sobre el otro, falló repentinamente; no había nada qué hacer, Galum no viviría más de dos horas, y cuando permitieron que Merian entrara a verle, el viejo piloto le miró inquisitivamente y le hizo prometer algo increíble: que participaría en la Carrera de Año Nuevo. El único corazón de Merian dio un fuerte vuelco cuando oyó lo que le pedía Galum, y al principio dudó asustado, no se veía capaz de llegar a pilotar el Fly de su jefe más allá de las inofensivas prácticas que había hecho con él, pero la vidriosa y severa mirada de aquel a quién tanto admiraba, le impidió negarse. Y antes de pasar a mejor vida, el viejo mercuriano le miró con una mezcla de apego y fiera advertencia y le dijo su última frase: “Nunca te acojones”.

Y allí estaba ahora, sentado en la cabina en la que debía estar Galum, aterrorizado ante la idea de empezar a volar alrededor de los anillos de Saturno, esquivando los centenares de rocas y meteoritos que giraban a más de 40.000 kilómetros por hora y que podían estrellarse contra la nave si no ponía los cinco sentidos en sus habilidades de vuelo. Miró a ambos lados, a los dos Fly que esperaban junto a él el pistoletazo de salida; a su derecha se encontraba Hull Baragan, era de Júpiter, se decía de él que era cazar recompensas y se trataba de un serio contrincante y uno de los favoritos, había ganado la carrera en tres ocasiones y observando a Merian, le dirigió un leve e indiferente levantamiento cejas como saludo, parecía mirarle con cara de “pobre crío, ya verás la que te espera”. A su izquierda pudo ver a Rango Krull; ese sí que daba miedo, ex presidiario, violento, agresivo, y un auténtico cínico; respondió a la tímida mirada de Merian con una risa siniestra a la vez que con su mano enguantada hacia un gesto de rebanarle el cuello. Aquel venusino era realmente peligroso y un mal bicho; Merian supo no hace mucho que fue el único que celebró la muerte de Galum cuando se hizo pública; ojalá estuviera allí su mentor, pero no estaba. Tan sólo ocho pilotos pertenecientes a ocho planetas distintos; incluso en aquello él resultaba fuera de lugar, porque Merian era selenita, no mercuriano. Sabía que si le dejaban participar era porque así Galum lo había pedido en su lecho de muerte, y el resto de competidores aceptaron encantados suponiendo que era un contrincante inofensivo, y probablemente lo era; Merian no sabía qué iba a decir cuando llegara el último a la línea de meta. Qué vergüenza, ¿qué pensarían su madre y su hermano, que este año le habían acompañado a Saturno, nerviosos a la par que emocionados?

La pistola láser sonó repentinamente sacando a Merian de sus pensamientos y tan sólo unas décimas de segundo después que sus oponentes y aún aturdido por la sorpresa, salió disparado con el Fly tratando de hacer las cosas como las hubiera hecho Galum. Tal vez porque se esforzó al máximo o bien porque sus contrincantes se relajaron pensando que él no era competencia alguna, logró ponerse en quinto lugar sorprendiendo al público y al informador que desde su cabina, daba parte de los avances de la carrera; los pilotos podían oír esa información por el transmisor que llevaban en cabina y Merian esbozó una leve y tímida sonrisa al oír como alguien, gritaba sorprendido que “el crío” corría a unas velocidades desorbitadas; miró rápidamente por la ventana de la cabina y observó fugazmente a los otros corredores, la mayoría de ellos centrados en sus propios avances pero con una extraña expresión de incredulidad en sus rostros al ver que Merian, esquivando como podía las rocas que se aproximaban hacia él, trataba de ganar puestos en la competición; los demás participantes, saliendo de su asombro, tomaron velocidad y pronto Merian fue adelantado por los que en su descuido, habían quedado por detrás; no tardó en quedarse casi en cola y el desencanto empezó a hacer mella en él, había cantado victoria muy deprisa, pero no podía acojonarse ahora, como solía afirmar Galum... ¡nunca te acojones, NO te acojones!.


Con decisión, aceleró lo más que pudo para volver a ponerse en un lugar cuando menos no vergonzoso para él y en ello estaba cuando percibió que no se encontraba solo; detrás venía otro corredor que parecía extrañamente más rezagado que él, pero nada más lejos de la realidad; no debió sorprenderle ver de quién se trataba, porque a escasos metros suyos y con las peores intenciones imaginables, pudo ver a Rango Krull aproximándose a su Fly, y poniéndose a su lado mientras le obsequiaba con su diabólica sonrisa. El lateral del Fly de Krull abrió una pequeña portezuela de la cual salió algo parecido a un cañón de moderadas dimensiones, como el de una pistola láser, y antes de que pudiera dispararle, Merian hizo un rápido movimiento que por pocos segundos le apartó de la línea de tiro de Krull y el fogonazo se estrelló contra un meteorito, haciéndolo añicos... ¿pero qué estaba haciendo ese loco?, ¡joder, aquello era ilegal!; los Fly eran todos modelos similares, tal vez de diferentes colores, pero los mismos motores, los mismos sistemas... aquel “extra” de la nave de Krull era algo no permitido... a su mente vino un recuerdo confuso que de repente comprendió con claridad; rememoró el accidente del año pasado, uno de los corredores, un uraniano que pintaba trazas de ganar la carrera y que inexplicablemente estalló en mil pedazos junto con su Fly, quedó reducido a partículas sin que nadie lograra entender lo ocurrido, de modo que todo se achacó a algún problema técnico en su nave y el asunto quedó cerrado. Pero ahora Merian tenía claro lo ocurrido: aquel cobarde de Krull fue el causante de todo y pretendía hacer lo mismo con él. Pues no se lo pensaba permitir. El resto de corredores habían avanzado considerablemente y casi los había perdido de vista, por lo cual ninguno se percató de lo que estaba sucediendo. Los disparos láser empezaron a salir a discreción y Merian pudo poner a prueba su pericia, girando a gran velocidad aquel pequeño volante y esquivando no sólo los impactos de Krull, que le seguía muy de cerca, sino también los meteoritos que venían de cara procedentes de los anillos de Saturno; Merian no podía escuchar la voz de aquel psicópata, pero sí podía sentir como reía malignamente mientras el comentarista de la base hablaba a gran velocidad describiendo emotivamente los pormenores de la carrera... ¡¡joder, ¿es que nadie estaba dándose cuenta de que Krull le estaba atacando?!!.

Nunca te acojones. Esa frase volvió a retumbar en sus oídos como si Galum estuviera allí con él, y pensando que en cierto modo estaba, respiró hondo y decidió que aquel miserable no iba a deshacerse de él, puede que no ganara la carrera, pero le demostraría que no era tan fácil de destruir. Aceleró al máximo y continuó haciendo gala de las habilidades adquiridas durante su entrenamiento, puso a toda potencia al Fly y continuó adelante seguido de Krull que no parecía echarse atrás en su empeño por hacerle desaparecer; los meteoritos se cernían sobre él en una lluvia fatídica y Merian los esquivaba viendo como después se desintegraban a causa de los disparos láser de su oponente. Cuando ya creía que estaba perdido, vio venir girando a gran velocidad una enorme roca más grande que su propia nave y pensó que era el fin; pero entonces, su instinto le hizo reaccionar y con gran esfuerzo, giró el volante a tope haciendo que la nave se ladeara por completo y viendo como aquella enorme monstruosidad pasaba casi rozándole e iba directa al Fly de Rango Krull, que no tuvo tiempo de evitarlo; el meteorito se estrelló contra él y mientras Merian huía a gran velocidad, un fuerte impacto iluminó el espacio y el fogonazo de la explosión iluminó la cabina de su nave. Adiós cabrón. Entonces decidió centrarse en la carrera y siguió adelante dispuesto a llegar a la meta, no importaba en qué lugar, pero llegaría.

La Carrera de Año Nuevo la ganó Hull Baragan. Merían quedó el cuarto. Fue todo un triunfo porque no soñaba ni tan siquiera con ser el séptimo, pero aquel cuarto lugar fue toda una sorpresa para todos, seguida de la conmoción por la muerte de Rango Krull, que fue achacada a un accidente habitual en aquellos lances. Merian no dijo nada al respecto, ¿para qué?

Aquel día aprendió varias cosas; no sólo el “nunca te acojones”, sino que sabía cuidar de sí mismo, que ser el primero no era siempre lo más importante y que si los humanos son problemáticos, los venusinos son unos cabrones.

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