En su torpe carrera, cae al barro de nuevo... el oscuro bosque, la lluvia no cesa, fuerte y persistente, mojándolo todo. De nuevo se pone en pie y sigue avanzando, paso a paso, unos metros más...
... los oye venir, cada vez más cerca, cada vez más próximos. El hambre le acucia y se apodera de ella, tiene que comer, tiene que nutrirse, pero no puede dejar que la alcancen; lo más importante es huir, ya tendrá tiempo de quedar saciada.
Su mente maltrecha tiene lagunas, pero aun recuerda. Recuerda el momento en que cambió todo, recuerda el inicio de aquel desastre. Aquel riachuelo frente a la central, aquellos residuos flotando en el agua... pero luego olvida, ¿qué ocurrió después?... que todo se vino abajo, que muchos cambiaron, que aquella pandemia se extendió deprisa, por tierra, aire y agua, afectando a todo lo que respiraba, transformando a todo cuanto tenía vida... pero a los humanos, que ya no lo eran, les vino de lleno y con mucha más fuerza.
El cambio. El horror. Gritos, llanto y sangre. Unos contra otros, cazadores y presas, necrófagos y humanos. Hombres, mujeres y niños aterrorizados, y los seres de ultratumba siguiéndolos sin descanso, cazando, matando y comiendo, nutriéndose con la sangre de miles de desgraciados, diezmando la población con su pestilente paso, con su hedor y con su hambre.
Y ella no puede parar, no puede hablar, ni descansar. La inercia la empuja a avanzar en pos de la salvación, sabe que darán con ella, sabe que la cazarán, y su castigado cuerpo saca fuerzas de flaqueza, lucha por seguir entera, lo más entera posible, dentro de lo que le queda... porque ya le queda poco, su cuerpo se despedaza, su mente se desmorona y su alma se desintegra... y entonces los tiene ahí, frente a ella, a ambos lados y a su espalda... es el fin.
Aurora quiere pensar, razonar y discernir, aunque ya casi ni puede, su mente ya no concibe, sólo le queda el instinto, y mira a sus cazadores con apetito frustrado... un pensamiento fugaz cruza su podrida mente, un recuerdo del pasado, un claro entre tantas nubes deja asomar a la luna, pero ya vuelve a cerrarse... y el hambre acucia su cuerpo, sus ojos huecos se abren mostrando la oscuridad y sus dientes carcomidos muestran un horrible gesto, esa boca ennegrecida que ya no puede ni hablar, el cabello sobre el rostro cubriendo su palidez, y sobre todo ese hambre, brutal, voraz, instinto asesino... y levantando los brazos muestra sus manos crispadas, un grito desgarrador se escapa de su garganta y avanza hacia sus captores, sin pensar que ella es la presa... no había visto las armas, o mejor sí las ha visto, ¿pero ella que va a saber?, ¿puede pensar una muerta?.
Se abalanza contra ellos con apetito voraz, y no ve alzarse a la guardia; tiene que saciar su hambre y allí tiene lo que quiere, y a punto de conseguir su deseado objetivo, el fuego cruza su mente, el atronador disparo, y ese gesto incomprendido, un dolor inexistente, una confusión absurda, y cae al suelo por fin.
-Bueno, pues una menos.
-¿Sabes?, en el fondo me dan pena.
-Pues no. Olvida eso. Recuerda, son necrófagos, o matas, o mueres.
-¿Qué hacemos con ella?, ¿lo de... siempre?
-Pues claro. Ya lo sabes, hay que quemarla.
-Muy bien, voy a ello.
-No. Tú vigila el camino. Yo lo haré.
Y ese cuerpo descarnado que ahora consumen las llamas, ha quedado en el olvido, como ya quedaron muchos y otros están por venir. Unos contra otros, cazadores contra presas, necrófagos contra humanos... ¿hasta cuándo?
Dedicado a mi amigo Beowulf, por la gran oportunidad que me ha dado de plasmar mi imaginación aquí.
Sara
1 comentario:
Ouh Yeah!!!!!!!
Sara lo ha vuelto a conseguir,un relato fascinante en tiempo record,de una profundidad y textura que casi se puede palpar el peligro,felicidades y saludos a todos!!!
Noise-T
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