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domingo, 12 de septiembre de 2010

NUEVA SECCION DE RELATOS.

Abrimos esta nueva sección que hace tiempo que queríamos hacerla, pero no había tiempo (ni imaginación suficiente) para poder llevarla a cabo desde un principio como hubiéramos querido.

Pero ya llego el momento, ya que hemos encontrado a la persona adecuada que nos ayudara en esta labor que esperemos que os guste y os aterrorice, y sobre todo, os haga pasar un buen rato.

Desde aquí, queremos agradecer a Sara, que es la persona que nos proporcionará los fantásticos relatos que iremos introduciendo en este humilde blog, la ayuda y los buenos ratos que nos hará pasar con sus historias, esperemos que sean muchos y por su puesto, que no se le agoten las ideas, cosa que será casi imposible, debido a su gran imaginación y pericia al escribir dichas historias. Nuestros más sinceros agradecimientos y sin más, comenzaremos con el primer relato.

“LOS RELATOS DE SARA; SED BAJO LA LUNA”

Despertó tosiendo y vomitando agua de mar. Era un milagro no haberse ahogado. Había caído del barco en medio de la refriega, pero no recordaba el motivo por el cuál se había iniciado la revuelta, sólo que todo el mundo parecía haber enloquecido; lo último que venía a su mente era ese individuo corpulento abalanzándose sobre ella y que cayó por la borda al conseguir esquivarle; después, lo vio todo negro.
Se levantó despacio, tiritando, sus ropas empapadas se le pegaban al cuerpo y el sol comenzaba a ocultarse, el aire era frío y la luz rojiza del ocaso daba un tono dorado a la arena de la playa. ¿Dónde estaba?

Comenzó a caminar rodeando su propio cuerpo con los brazos, tratando de resguardarse del viento frío, no sin antes apartarse de la cara el cabello mojado. Anduvo a lo largo de la playa con desconfianza y observó el cielo, que aún no estaba del todo oscuro; el vuelo circular de unos pájaros negros le provocó un agudo escalofrío, no parecían presagiar nada bueno. Tenía sed. Una sed apremiante. La necesidad era tan fuerte que se vio tentada a correr hasta la costa a beber, pero era agua salada, que no haría más que aumentar su deseo. Algo le incitó a caminar hacia los árboles que había pocos metros más allá, hacia el interior de la isla, la luz del sol era baja, casi ya había desaparecido, pero le molestaba, le cegaba y le resultaba insoportable, así que buscó la sombra. Cuando alcanzó el bosque, algo le instó a adentrarse entre sus árboles, y se encaminó hacia su interior sin pensar en lo que se podía encontrar o con qué podía toparse. Avanzó con precaución y mirando dónde ponía los pies; el frío parecía notarse menos, tal vez porque las frondosas ramas del bosque le resguardaban de él. Pero esa sed... era insoportable.

Había logrado dominar su confusión y su miedo cuando oyó aquel ruido, las ramas y arbustos del suelo parecían crujir, como si alguien las pisara, como si una presencia caminara por las cercanías, dirigiéndose a ella. Y qué sed. Aquella sed era apremiante, de vida o muerte. La sensación de no saber qué acechaba entre la ya plena oscuridad del bosque era aterradora, pero la desagradable y endiablada sed que se había apoderado de ella, superaba con creces su temor. El gruñido, grave y profundo, la sacó de sus pensamientos, y alzando la cabeza, quedó petrificada ante la fiera que a pocos metros de ella, la observaba amenazante con sus ojos fijos y brillantes. Era un puma. Un puma que no era exactamente como los de los documentales televisivos, ya que si en la pantalla parecían ser grandes, éste era enorme, y sus intenciones, en absoluto parecían amistosas. Su rugido ahora fue absolutamente amenazador y ella dio un respingo ante la seguridad de que iba a ser atacada; pero entonces alzó la vista al cielo y, entre las copas de los árboles, contempló la luna. Su visión y su luz bastaron para hacerle recordar, a su mente vinieron de un solo golpe todos los sucesos ocurridos en alta mar, hacía casi 24 horas, y la razón por la que no había muerto en aquellas oscuras aguas.

De nuevo bajó la vista y volvió a observar al puma, pero la mujer que posó sus ojos en el animal no parecía ser la misma que segundos antes estaba petrificada por el miedo ante la fiera nocturna. De hecho, no era la misma, ésta era otra mujer distinta, desafiante, etérea, ágil y hambrienta.
Inopinadamente y mirando a la bestia con sus brillantes ojos verdes, corrió en su dirección lanzándose sobre su presa y, sujetándola del cuello, hundió sus colmillos por sorpresa bebiendo ávidamente la cálida sangre del animal, hasta dejarle sin vida y quedar, de momento, saciada.

Finalmente, y arrodillada entre las sombras con el cuerpo de la bestia inerte junto a ella, pasó el dorso de su mano por su boca empapada de aquel néctar que le insuflaba vida. Extasiada, alzó la cabeza mirando a su alrededor y sonrió lascivamente... ¿dónde estarían los nativos?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bien Sara,felicidades por otro vibrante relato y felicidades tambien a Beowulf por la pagina,EXCELLENT.

Fdo:Noise-T

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