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viernes, 22 de octubre de 2010

LOS RELATOS DE SARA "UNA BUENA PERSONA"

En su carrera desesperada, tropezó y casi se cae. Habían pasado diez minutos y aún estaba apoyada en aquel árbol, notando como la áspera corteza le arañaba la nuca, ¿quién le había mandado recogerse el pelo?, pensó quitándose la pinza que sostenía su melena en la coronilla, en forma de desenfadado recogido. Había estado bailando en la discoteca desde las doce hasta casi las tres de la madrugada, y luego se acordó de que su tía Celia le había pedido que la ayudara al día siguiente con la colada... caray, con la familia, su tía era de las de antes y no quería saber nada de lavadoras modernas, se levantaba bien temprano, se iba al lavadero de la entrada del pueblo y se entregaba durante dos horas a la faena de mojar, enjabonar, enjuagar y escurrir la ropa para luego tenderla al sol... y ella, tonta zalamera, le había dicho que si, que la ayudaría, pues lo llevaba claro, porque en menos de tres horas, tocarían diana en casa... estos pensamientos casi la habían tranquilizado, cuando oyó aquel ruido, una rama en el suelo que parecía partirse, y luego unas pisadas... apretó más su espalda contra el árbol sin darse cuenta de que sus medias llevaban ya varias carreras, cortesía de los arbustos con los que iba tropezando... entonces vio aquella sombra y quiso gritar, pero ni eso pudo.
-Hola -dijo aquella voz masculina y de suave tono- ¿te he asustado?.
-Si -respondió Elena tras unos segundos sin atreverse a hablar. El hombre que se presentaba frente a ella era joven, unos 33 años, -Elena tenía 25-, su cabello era oscuro y, al menos a la escasa luz de la luna así lo parecía, sus ojos también; era alto, lo menos medía metro ochenta, ¿y para qué negarlo?, muy guapo; pero eso no la tranquilizó, no sabía quién era, ni de dónde salía.

Siento haberte alarmado -prosiguió el joven- me llamo Luc y estaba paseando, hace buena noche, ¿verdad?; aquí en España las noches de verano son magníficas, yo soy de Francia...

Algo más tranquila, Elena le contó que ella era de allí, pero que vivía en una gran ciudad, por su trabajo, había empezado a colaborar en una conocida revista y desde hacía tres años ya no vivía en el pueblo, pero siempre que podía iba de vacaciones a ver a sus tíos, había salido a bailar con sus antiguos amigos y cuando recordó que tenía que madrugar, se empeñó en regresar sola a casa, al principio le pareció buena idea, pero luego tuvo que cruzar el bosque a pié, que a oscuras no era tan tranquilizador ni pintoresco como a plena luz del día; para colmo, recordó la última película que había visto en la televisión, una en la que un enloquecido Bill Moseley llevaba una enmarañada melena y masacraba a un montón de jovencitos a ritmo de una alegre canción, no sé qué de un montón de cadáveres, -ay, Elena, el día que recuerdes un título, te aplaudiremos desde ABANDO- y se asustó, la sugestión puede ser tu peor enemiga y entonces empezó a correr como alma que lleva el diablo hacia su casa... ¡eso, La Casa de los 1000 cadáveres!... ¡ay Señor!, ¿por qué se habría acordado ahora? y fue entonces cuando puso el turbo hasta que tuvo que pararse para recuperar el aliento, se apoyó en un árbol y bueno... el resto ya lo sabemos.

Luc le dijo que la comprendía, que el miedo era gratis y que cada uno se quedaba el que le tocaba en rifa, y que sentía haberla asustado, se ofreció a acompañarla a casa y Elena, tras vacilar unos instantes, aceptó. Durante el camino charlaron animadamente y cuando casi estaban frente a la cerca de la vivienda de sus tíos, resolvieron despedirse.

-Bueno, pues gracias, Luc, espero que tu viaje a España te agrade, pero, no tienes acento francés.
-Mi padre era español, y lo hablo desde que nací; él vive en Cáceres y he pasado allí gran parte de mi vida, así que soy más español que francés, pero ahora vivo en Marsella, mi madre era de allí, murió hace años.
-Vaya, lo siento, mis padres también fallecieron cuando yo era niña, en un accidente... yo era muy pequeña, casi ni les recuerdo.
-Mis condolencias también, pero en tu favor te diré, por el rato que llevo hablando contigo, que sé reconocer a la gente, y creo que tus tíos han hecho una gran labor educándote, eres una mujer culta, encantadora e inteligente, vas a llegar muy lejos, Elena.
-¡Gracias!, tú también eres un cielo, ojalá nos veamos otro día.
-Si, bueno, puede que el próximo año vuelva a venir por aquí, aunque no sé, sólo estoy de paso, mañana me marcho de nuevo a continuar mi ruta turística, así no tienen que aguantarme mucho tiempo en ningún sitio.
-¡Pero qué dices, Luc!; ojalá otros hombres fueran como tú, atentos y caballerosos... es tarde y tengo que irme, pero celebro haberte conocido, Luc, que te vaya muy bien, ¡eres una buena persona!.

Y tras darle un amistoso beso en la mejilla, salió corriendo hacia la casa pensando en si él la estaría mirando... ¡anda, llevaba las medias rotas, jodeeeer!!!!.

Luc sonrió sorprendido y tras esperar a que Elena entrara en la casa, giró sobre sus talones y volvió a adentrarse en el bosque; tras una breve caminata, se topó de nuevo con aquella chica a la que se había acercado en el bar del pueblo vecino, y le recriminó, amargamente:
-¡¡¿Lo ves, lo ves??!!, ¡ella lo ha dicho, soy bueno, soy buena persona!, ¡¡no como tú, mala mujer, sólo eres una víbora, una bruja sin compasión que te burlas de los hombres!!; ¡no eres nadie!... nadie.

Pero la joven no contestó, ni siquiera le miraba a los ojos, sino más bien al vacío, desde aquel pequeño claro del bosque en el que yacía con el gesto aún horrorizado, cosa normal, ¿verdad Luc?, al fin y al cabo, sólo hace una hora que la has matado.

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